El no poder acercarnos nos ha unido.

Bajó apresurado al trastero para revolver entre objetos olvidados y rescatar esos juegos de mesa que hacía mucho que ya no servían de entretenimiento. Todo había cambiado bruscamente, tocaba rescatar otras muchas realidades.

Así ha desempolvado capas en nosotros este germen invisible. Ha removido y seguirá removiendo nuestra seguridad, cotidianeidad, nuestras prisas, nuestros éxitos, nuestras caídas… Hace días que no podemos dar por sentado lo que, hasta hace muy poco, era nuestra realidad imperturbable.

A veces la vida te improvisa, te desborda por dentro y pone orden a su modo, así sin más sin pedir permiso. O no. Seamos justos que son muchos lo beneplácitos y permisos concedidos. Y forzamos la máquina hasta la extenuación, haciendo caso omiso a las señales, negando hasta que estas pistas se tornan cicatrices por nuestra bravuconería, por nuestro ego, por sentirnos los reyes del mambo en un escenario que no nos pertenece. Y no aprendemos.

Y algo tan pequeño nos sigue enseñando; lo invisible e inmaterial nos sigue dando lecciones sin voz.

Este virus solo nos pide quedarnos en casa. Como esa madre que castiga y, antes de dar sentencia, llora sin lagrimas por que le duele más a ella que a sus hijos.

Y es que este virus esconde tras su dureza un grito de auxilio feroz, una ayuda que no pide para sí. Como no entendemos que ese grito es en nuestro propio beneficio, que esta rebeldía es por nuestra perpetuidad. Que es en la deriva donde nos vemos obligados a encontrar nuestro timón y que solo la tomamos en serio si la zozobra viene por tormenta ajena.

Quédate en casa, nos pide. En la seguridad de un espacio propio, donde más libres nos sentimos, con nuestros hijos, con nuestros seres queridos. Curioso escarmiento.

– “Quédate en calma que quiero enseñarte algo más”- nos dice. Que lo importante es justo esto a lo que ahora te obligo. Cambia tus prisas por estar con tu familia, tus negocios y proyectos con el mundo por los vínculos que más te han de importar. Tu realidad virtual por una realidad de carne y hueso de la que ahora te privo porque solo así pareces valorarla.

Quédate en casa que quiero que reflexiones, que tengas tiempo para ti y para volver a ser nosotros mismos. Tiempo para reír, desconectar, para que tus hijos solo vean esta situación como una oportunidad de disfrutarte, tiempo para abrazos y besos que de otro modo no serían posibles, tiempo para ropa holgada y zapatillas de andar por casa combinadas con teletrabajo y llamadas, tiempo para rescatar lo simple que las prisas diarias no nos dejan ver, como ese polvo que cubre nuestros juegos olvidados.  

En Keller Williams seguimos acompañando y dando capacitación y herramientas a nuestros agentes asociados

Ahora toca aprender a conjugar el verbo me quedo en casa. Curioso escarmiento.

No molesten los inconscientes y necios que esto hay que pararlo. Que no molesten que cuando salgamos a las calles esto hay que ponerlo en pie. Si se puede cambiar por un nuevo destino, lo creo firmemente porque no es la primera vez.

¿Sabes qué nos da certeza de que algo está cambiando…? Nuestros ojos llenos de ganas de vernos y nuestras manos ávidas de abrazos. Ruidos, humos y prisas que este germen invisible ha venido a sustituir por silencio, aguas limpias y quietud, también por miedo e inseguridad, sí.

– “Todo saldrá bien”- dilo bajito cuando las dudas te asalten, calma tus miedos porque si: todo saldrá bien.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: